viernes, 13 de mayo de 2016

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Nos podemos hacer muchas ilusiones sobre lo que somos. Tenemos tecnología que consideramos puntera, hemos visitado la Luna, hemos acumulado más conocimiento que ninguna otra civilización anterior, producimos más alimentos y más bienes de cualquier tipo que nunca, disfrutamos de sistemas de transporte más veloces y abundantes, construimos hogares seguros y confortables, tenemos grandes hospitales, universidades, eventos culturales...


Pero todo lo que somos, todo lo que hacemos, viene de las minas y de los pozos. Hemos sido y somos una civilización de mineros. Extraemos de las entrañas de la tierra la energía y los materiales que nos han permitido levantar nuestros Moáis, nuestras Torres de Babel...


Somos mineros y, sin embargo, no somos prudentes. Hace algún tiempo nos volvimos fanáticos de una pseudociencia peligrosa: el credo neoliberal. Desde aquel entonces seguimos cavando, incluso con más furia, rebañando también las vetas más pobres, ya estamos en lo más profundo de la mina... Pero, ¡ay!, hemos matado el canario.

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