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Mi idea, mi proyecto, era dominar la Naturaleza, someterla. Quería explotar la Naturaleza, ya nunca más estar a su merced.

Porque la Naturaleza me daba miedo. Los lobos aullando en la noche. La inundación o la tormenta que destruían mi casa...

De modo que el plan era doblegar la Naturaleza. Pero pronto me di cuenta de que, para que mi idea triunfara, necesitaba someter primero a mis iguales. Dominar a los seres humanos y obligarlos a hacer mi voluntad.

Tenía que arrancarlos de sus campos. Tenía que forzarlos a trabajar en las fábricas y a vivir en las ciudades. Necesitaba máquinas, cada vez más complejas, cada vez más poderosas... Y las máquinas necesitaban energía.

Entonces, maravillado, descubrí que el destino me había deparado una suerte milagrosa, ya que la Naturaleza misma, mi enemiga, me ofrecía el combustible que me permitiría someterla.